La natura es la última esperanza para la cultura
Encuentros como los que nos imantan hacia RUESGA y la montaña palentina son mucho más que una reunión de naturalistas, de promotores y practicantes del viaje no convencionalmente turístico o, si se quiere, de curiosos. Lo sepan o no, ya sean organizadores, expositores o asistentes, la programación de tan generosos como contundentes actos, a los que resulta obligado considerar culturales, se debe a que cada día somos más conscientes de que no se puede dar ni un paso más sin la VIDA Y SUS REGALOS. Ciertamente respiramos, bebemos y comemos lo que las destrezas de la VIVACIDAD han conseguido para su propia continuidad y la nuestra.
Pero lo mayoritario en esta cultura occidental, que ha sido capaz de imponerse como civilización única del planeta, es la arreciada torpeza de conseguir que seamos trágicamente muy pocos los que nos percatamos, reconocemos y, especialmente, correspondemos a la Natura. Instalados en la arrogancia supremacista, abonados al mal gusto y a la codicia, la devastación ocupa ya demasiados territorios y rigen casi todas las actuaciones de esta en realidad inculta cultura.
Porque cuando se ha conseguido que respiremos lo que se está asfixiando, cuando bebemos lo que se ahoga, cuando comemos lo que está siendo envenenado o cuando la tierra es enterrada por cemento y cenizas, todo ello muy por encima de lo debido, entonces la cultura incumple la casi totalidad de sus propósitos y se amenaza a sí misma. Entre otras obviedades porque ha conseguido amenazar a todos los paisajes, a todos los otros seres vivos y a los procesos y sistemas que permiten la excepcionalidad de la VIDA. No van estas palabras desasistidas de las más contundentes confirmaciones por parte de la comunidad científica. Hay tantos informes, diagnósticos, pronósticos circulando por todas partes que no creo necesarios insistir en los datos concretos de la devastación del planeta. Pero sí en resumirlos, todos ellos, con una suerte de macabra metáfora. La Civilización que se llama a sí misma Culta – y todos los empeños de la cultura humana están vinculados precisamente a la supervivencia, continuidad, siempre a través del CUIDADO, de las vidas humanas- se ha convertido en aliada activa de la muerte. La muerte, de momento, de los otros seres vivos y de lo que les hacía posible.
Thanatos, en efecto, no sabe de fronteras, nunca se detiene en lugar alguno y también es cada día mayor el número de humanos que sufren las consecuencias de que no seamos mínimamente recíprocos con lo que nos da la VIDA.
Somos muchos los que hemos afirmado en incontables ocasiones que la Natura no nos necesita en absoluto y sí nosotros, mucho, a ella.
Todo ello, insisto, con excepciones tan decentes y talentosas como NATURCYL, que pasa a ser parte de la salida de emergencias que estamos necesitando todos, dado que ya arde demasiado de nuestro hogar.
Como llevo muchos años trashumando por toda suerte de convocatorias destinadas a que conozcamos y defendamos la Natura, considero tener suficientes referencias como para afirmar lo que acaban de leer. Porque además hay que valorar el escenario.
Son los lugares pequeños, malparados por la historia, pero todavía nos destruidos, los que consiguen multiplicar la coherencia y la sensibilidad. De hecho, la simple inserción, no digamos contemplación, ya son actos que nos completan. Mientras que lo urbano te arranca de tus propias raíces el derredor natural te las devuelve.
Los criterios dominantes, eso que llamamos actualidad o estar en la onda están muy lejos de considerar este tema como suficientemente atractivo, pero yo lo lanzo hacia la indiferencia de la mayoría porque estoy convencido de que necesitamos, cada día más, muchas más fusiones, no gastronómicas, ni musicales que seguramente están ya tan hechas que deben sobrar unas cuantas.
Me refiero a confluencias entre la CULTURA y la VIVACIDAD. Porque si nos queda alguna esperanza está precisamente en la misma Natura que, como no pocas veces se ha aireado en RUESGA, es no solo lo que consigue, consiente, mantiene y prolonga la vida sino nuestra principal fuente ética y estética para que empecemos a ser agradecidos con lo que realmente importa. Eso que se aprende en momentos y lugares como NATURCYL.